Yo
tenía la certeza de que Neverland era el paraíso
y
que por eso si hacías trampa no te daban tantos tickets.
¡PERO
NO!
Neverland
es el purgatorio,
el
lugar donde los burócratas tienen oficinas ostentosas para albergar
sus enormes culos sedentarios.
¿Cómo
que no puedo cambiar este montón de buenas acciones?
¿Cómo
que ya cerraste la caja?
¿Por
qué no me avisaste antes?
Explicame: ¿qué le voy a decir a todos aquellos que me vean volver?
¿Vos
sos consciente de que todos van a flipar?
(…)
Estos
edificios están tan cerca de Dios,
como
del mismísimo diablo.
Cielo
e infierno, dos cosas trabajando a la vez.
Lo
primero: un trámite, el segundo... la cola que tenés que hacer para
conseguirlo.
Me
la juego que los enviados del diablo son las viejas de mierda.
Contrarias
al Dios Estado, adoradoras de las dictaduras y de hablar con
desconocidos...
expliqueme
señora, ¿su madre no le dijo que con extraños no se habla? ¿Que eso
es pecado?
Los
ángeles no son mucho mejor,
son
los que están tras la ventanilla del trámite.
Son
los que recién te dijeron que no podés canjear ese montón de
tickets porque: es tarde, volvé mañana.
Lo
peor es que te vas, a esa nada que es tu vida y cuando llegás al
otro día
y
superas esas señoras tan paquetas como conchudas
descubrís
que la porción de cielo que te ganaste con 55 buenas acciones
es
un anotador del Sapo Pepe.
Y
en ese momento,
en
ese preciso instante,
comprendés
que, al igual que los burocratas
y
los rascacielos,
el
cielo es otra mera construcción capitalista