28.8.12

Naza


Salimos del jardín, los miércoles, los jueves y los viernes son todos iguales. Ocho cuadras de guerra. Nuestros enemigos son todos. Somos nosotros contra el mundo.
Durante la primera cuadra repasamos las catorce reglas.
Regla número uno: los niños pisarán las negras líneas mientras las puras mujeres pisarán las blancas.
Regla número dos: los obstáculos serán montañas, las cuales deberán ser escaladas y una vez en la cima será obligatorio saltar, a la cuenta de tres.
Regla número tres: las baldosas para ciegos no podrán ser pisadas, esto implicaría la muerte automática. "Nosotros vemos bien, no necesitamos esas baldosas", aclara el pequeño.
Regla número catorce... - ¿catorce? - si, 1, 2, 3, 14.
Regla número catorce: hay que matarlos a todos...
Estamos por cruzar Corrientes, a esa altura no tiene líneas blancas: “Naza perdoname, salva tu vida, dejame sola. Vos todavía sos pequeño y tenés más futuro”. Se ofusca frente a esa frase y me grita: TODOS TENEMOS EL MISMO FUTURO. Cada día que pasa es una vida menos en la barra de energía, todos tenemos la misma barra de energía. No las pierdas por error. No las pierdas por no saber jugar. Si no hay líneas blancas, usa tus alas.
No comprendo muy bien eso de las alas, para mi soy un ser ordinario... no soy de metal, no soy alado, no tengo superpoderes, no vengo del más allá. Soy Clara, una niñera más de entre todas las niñeras.
Lo logramos, llegamos al departamento, el va delante de mí porque “yo te quiero mucho y no quiero que te pase nada, tengo que cuidarte”. 
Subimos las escaleras, nos encontramos con Muñón, la gata de Nazareno, me la presenta: "ella es Muñón. Se llama así debido a que le falta una patita... ¿ves? (me muestra su extremidad mutilada) pero eso no importa, porque es feliz igual. No tiene que importar si a alguien le falta algo lo que importa es ser feliz con lo que se tiene".
Es la tercera vez que nos vemos y lo único que hace es tirarme máximas de este tipo, creo que me encontró en el momento indicado en mi vida. Estoy en una de esas etapas donde hay dos opciones: todo se va al carajo o todo se va al re carajo. Sinceramente ya pasé muchas veces por esta etapa y siempre terminé yéndome al re carajo, esta vez no quiero que sea así. Esta vez no será así.
Merendamos mientras miramos Hora de Aventura, un programa sobre un niño y un perro (su amigo, no “su perro”) que viven en un mundo de fantasías, donde todas las niñas son princesas y la violencia, cuando deja de ser divertida o “para jugar” ya no se debe practicar. Pasan las horas y nosotros jugamos al monstruo de las cosquillas, al doctor con herramientas... llega la madre, llega el momento de la despedida.
Me abraza, me deja sin aire y dice: este fue un abrazo asfixiante, se acabó tu día, se te acabó una vida. 
Yo siento que gané muchas más.

23.8.12

120psi


(converso)
Creo que no puedo recordar la última vez que algo salió bien. Estoy oxidada en estos menesteres. Olvido los pasos, olvido las fórmulas. Ya no sé cómo se juega. Salteo casilleros, termino presa.
(suspiro)
Fue, yo me la juego.
Salto a la pileta, pensando que lo peor que puede pasarme es que esté vacía. Lo peor que puede pasarme es que esté llena y no saber cómo nadar.
(suspiro más largo)
Fue, no me la juego nada.
(silencio)
Decido arreglar la bicicleta y salir a rodar, mejor tener la cabeza en el aire que ahogándose en el mar de palabras que nunca voy a decir.
Emparcho.
Inflo.
Estoy nerviosa.
Me paso.
Mucha presión.
Explota.
Exploto.
Explota todo, otra vez.

20.8.12

dospuntosparéntesis

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Es que, hermano, ¿vos viste cómo anda este mundo?

Yo por eso me río, me río para no secarme.

Me río para no amargarme.

Me río para no apagarme.

Me río para no llorar.







(fragmento de un poema más largo)

Siempre fuiste mi espejo


19.8.12

Felicidad automática


Se que todos esperan que comience esto con una frase del tipo: la vida es una mierda. Pero no pienso complacerlos.
Me gustan las burbujas de la soda, me hacen bien. Felicidad automática, como una película de mierda o un pedazo de chocolate blanco. Que nisiquiera es chocolate. Lo efímero de lo efímero.
Me levanto. No me quejo. Me cambio. La casa no se parece a Kosovo, la casa está en orden.
La vida es una mierda.
Salgo, me subo a mi flamante nueva bicicleta. Es domingo, hay sol. Los domingos son aburridos, me fascinan las cosas aburridas. Lo estoy disfrutando. Aparece un tachero, que no entiende nada de la vida y quiere explicarme que debo ir por una bicisenda. Me está gritando demasiado. Es domingo.
Mi sonrisa comienza a borrarse. No me lo puedo permitir.
Tomo las riendas de la discusión, lo hago con sutileza.
“Señor, hoy no me va a gritar. No, no y no. Hoy no me va a gritar porque es domingo y porque estoy enamorada”. Termino la frase y caigo en la cuenta de que estoy enamorada y no tengo el aguante suficiente para confersarlo y que al primero que se lo digo es a un tachero. Clavo el freno, prácticamente me voy de boca.
No hay burbujas.
No hay entradas para el cine.
No hay pseudo chocolate.
La vida, al fin y al cabo, es una mierda.

Kablam





Solo el hoy


Todos despiertos

Todos los días lo mismo.
Despierto, me quejo sobre eso. Intento percibir -desde la cama- si los gatos hicieron mucho bardo. 
Salgo de la cama. Mi casa se parece a Kosovo o a algún lugar del medio oriente, que fue, severamente bombardeado.
Exploto. 
Mi vida es rutinaria, no me cabe ni medo. Tengo miedo de empezar la facultad y de fracasar. Tengo miedo, tengo crisis. 
Suerte la mía de creer que de las crisis se aprende, no estoy aprendiendo un carajo. 
Hoy Naza me mató a cuchillazos, aparentemente no sé morir. Me retó y dijo: ¡Dale! ¡Vos estás muerta! y morir es como dormirse hay que cerrar los ojos y quedarse quieto. 
Todos los días lo mismo. 
Despierto.