26.1.13

Francisco


1

Metés la mano en el bolsillo
buscando eso que reside dentro
esperando que del otro lado
te agarren fuerte y te digan
que vas bien/
no estás solo/
te quiero (tal vez).
Como un niño que mete la mano
en el bolsillo de los padres,
buscando un cálido refugio.
Cuando pequeña, recuerdo,
mi papá tenía una campera llena de bolsillos
(la gran campera zoológico)
Dentro de cada compartimento se escondía un animal
esperando ser buscado para dar calma.
Si olvidaba algo metía la mano en la casa de los elefantes,
ellos todo lo saben.
Cuando hacía frío metía mi mano a dormir con los osos
o entre la melena de los leones.
Pero en el bolsillo de los peces nunca metía la mano con firmeza,
es que ellos son frágiles.
Fáciles de lastimar y olvidar.

2

Te mordés el labio,
tapás la boca.
Medís, cada movimiento. Cada palabra.
Deja tranquilo esos labios,
permitite que la dulzura y la furia se escapen y te dejen vacío.
Pleno.
Vamos, gritá conmigo:
voy a nadar todos los ríos,
todos los mares.
Voy a bucear lo más profundo de los océanos.

3

Me mirás fijo,
esperando que yo también deje de morderme el labio.
Los dos tenemos esa manía por la palabra controlada...
me distiendo,
tenés la mirada del océano profundo.
Una suerte de peligro y misterio.
Valiente aquel que bucee tu alma

1, 2, 3

Seguís mordiendo tu labio,
juzgando,
apretando aquello en tu bolsillo.
No lo agarres tan fuerte,
no me agarres tan fuerte
solo soy un simple pez
(escurridizo)
puedo escaparme entre tus dedos,
mientras intentas agarrarme con firmeza,
e irme a nadar a otros bolsillos,
puedo, quizás, desaparecer.
1, 2, 3 todo otra vez:
los peces somos frágiles.
Fáciles de lastimar y olvidar.
1, 2, 3.