19.8.12

Felicidad automática


Se que todos esperan que comience esto con una frase del tipo: la vida es una mierda. Pero no pienso complacerlos.
Me gustan las burbujas de la soda, me hacen bien. Felicidad automática, como una película de mierda o un pedazo de chocolate blanco. Que nisiquiera es chocolate. Lo efímero de lo efímero.
Me levanto. No me quejo. Me cambio. La casa no se parece a Kosovo, la casa está en orden.
La vida es una mierda.
Salgo, me subo a mi flamante nueva bicicleta. Es domingo, hay sol. Los domingos son aburridos, me fascinan las cosas aburridas. Lo estoy disfrutando. Aparece un tachero, que no entiende nada de la vida y quiere explicarme que debo ir por una bicisenda. Me está gritando demasiado. Es domingo.
Mi sonrisa comienza a borrarse. No me lo puedo permitir.
Tomo las riendas de la discusión, lo hago con sutileza.
“Señor, hoy no me va a gritar. No, no y no. Hoy no me va a gritar porque es domingo y porque estoy enamorada”. Termino la frase y caigo en la cuenta de que estoy enamorada y no tengo el aguante suficiente para confersarlo y que al primero que se lo digo es a un tachero. Clavo el freno, prácticamente me voy de boca.
No hay burbujas.
No hay entradas para el cine.
No hay pseudo chocolate.
La vida, al fin y al cabo, es una mierda.